Agencia de Noticias Panamá

El futuro en el pasado

El Covid-19 ha demostrado algo importante: adelantó la llegada del futuro, al menos en términos de mercados y trabajo se refiere. 

Es decir, la transformación digital que Panamá y otros países, en especial los Latinoamericanos, tanto habían tardado en adoptar, se está haciendo una necesidad inmediata. Muchas empresas panameñas han tenido que desarrollar de emergencia modelos de e-commerce, ventas online, redes sociales y atención al cliente por plataformas como WhatsApp.

Pero también hemos visto como los sistemas o herramientas digitales se han adueñado del escenario nacional. Tenemos reuniones por Zoom o Meet. Tenemos charlas, talleres o webinars digitales o conversatorios en redes sociales. En un mundo de distanciamiento sociales, el mundo digital nos ha mantenido conectados y unidos.

Sin embargo, estas soluciones no han sido suficiente para poder sobrellevar esta inmensa crisis que vivimos, porque más allá de algunos sectores que se benefician del cambio digital, hay un grave problema económico, social y de salud. 

Entonces ¿qué podemos hacer para solucionar lo que nos está pasando? Pues bien, creo que esta vez las respuestas no las encontraremos en el “futuro”, sino en el pasado, uno que tal vez para muchos se haga muy lejano. 

Para poder responder a esta pregunta, primero veamos cuáles son los problemas que afrontamos:


1.Crisis económica: el Covid-19 ha obligado al cierre de muchas empresas, es verdad, pero antes de esto ya Panamá venía con un descenso sostenido de su PIB, caída en la venta de inmuebles, autos, turismo y otros sectores económicos importantes. 

2.Crisis social: como bien dijo el doctor Sanz-Llorenz recientemente, el Covid-19 sólo vino a mostrar las marcadas consecuencias y efectos de la gran desigualdad social que hay en el país. Salud, transporte, pobreza, son sólo algunos problemas en este listado.

3.Crisis de Educación: para nadie es un secreto que los resultados de la Prueba Pisa en el país no fueron para nada positivos, pero es peor aún si tomamos en cuenta que estamos en un país en el cual cerca del 56% de los jóvenes salen de la escuela directo al campo laboral, sin incorporarse a la educación superior y del 44% restante, 30% desertará de la universidad (es decir, de cada 100 jóvenes que salen del colegio, sólo 31 se graduarán en la universidad). Estas son muchas personas sin una educación formal completa y esto es fácilmente constatable con datos del Censo 2010, que nos dice que un millón de panameños carecían de algún título que diera por válido algún nivel de educación. Hoy esos datos pueden ser peores. 

Considerando todo esto, hurguemos en el pasado y veamos las opciones que tenemos para un futuro mejor:

1. Desde el punto de vista económico, la respuesta podríamos hallarlas en los planteamientos que en su momento hiciera John Maynard Keynes (en su obra Teoría General del empleo, el interés y el dinero, publicada en 1936). Contextualicemos un poco. El mundo venía de vivir lo que se conoció como la Gran Depresión de 1929 y primeros años de los 30. Esto llevo a Kaynes a replantear todas las ideas asociadas al modelo capitalista clásico, con lo cual Keynes, lejos de querer acabar con el capitalismo, buscaba dar respuesta a uno de los grandes problemas que afectaban al mismo: la caída de la demanda agregada. En su teoría, Keynes planteaba que había una relación directa entre los empleos, los salarios y la demanda agregada, ante lo cual sugiere que, en casos de crisis (como la actual o la de 1930) los Estados deben aumentar el gasto público (vía política fiscal) para realizar grandes obras de infraestructura, por ejemplo, que generarán empleos y dinamizaran la economía ya que, según el keynesianismo, si A tiene empleo y compra un producto a B, entonces B podrá tener más dinero para comprarle a C, quien a su vez podrá invertir en D y así sucesivamente. Esto haría que todos los actores económicos, desde el más grande al más pequeño se vean beneficiados. Esto podría ser una alternativa para la maltrecha economía nacional, siempre y cuando se haga de forma correcta, planificada y con transparencia.

2. En lo social, el tema es mucho más complejo y amerita irnos más atrás en la historia, hasta el siglo XVII (1651) donde encontramos la obra maestra de Thomas Hobbes, El Leviatán, en donde plantea “El Contrato Social”. Hobbes partía de un postulado que tal vez pueda lucirnos muy rudo, el cual planteaba que el ser humano era malo por naturaleza (“el hombre es el lobo del hombre” escribiría en su obra) y que, para poder alcanzar la paz, el desarrollo y el bien, debía regularse bajo una serie de normas y condiciones que también debían involucrar el Estado. En tal sentido, sostenía que, por el bien de todos, el individuo debía sacrificar algunas libertades individuales. En sí, la existencia de un contrato social establece la presencia de deberes y derechos. La teoría de Hobbes implica un inmenso salto de lo que él definía como el “estado de naturaleza” (un estado de barbarie y anomia) hacia sociedades más modernas y civilizadas.  Así pues, el bien individual quedaría supeditado, de una forma u otra, a un bien colectivo, más grande y de beneficios más amplios. Visto esto en función de los problemas sociales que antes describimos, podemos concluir que en Panamá (y tal vez muchos países latinoamericanos) hace falta la estructuración de un nuevo contrato social, ya que los vigentes o están caducos o fracturados, sin embargo, esto implica grandes retos, tanto para las sociedades como para sus Estados ya que se deben crear nuevos compromisos (deberes/derechos/responsabilidades) y dejar atrás los grandes vicios políticos que abundan en nuestros países (corrupción, populismo, demagogia, clientelismo). Un nuevo contrato social debería enfocarse en la educación, la contraloría ciudadana o social, el concepto de Estado de Bienestar (al modelo nórdico) y el fortalecimiento de la democracia como estructura de gobierno.

Con todo, por más utópico que suene, no sólo podremos superar esta crisis que el Covid-19 nos ha dejado, sino que además, como país, estaremos preparados para crecer y desarrollarnos, siempre y cuando, nuestros líderes tengan la voluntad de hacer lo correcto (y hacerlo bien) y nosotros, como sociedad, entendamos que tenemos responsabilidades ante el país, que debemos cumplir nuestros deberes para demandar derechos y que, por sobre todo, alcanzaremos nuestro mayor estado de bien individual cuando pongamos el bien de todos por delante.