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La dictadura de la corrupción

No sé si sea por las características del clima y ubicación con respecto a la Línea Ecuatorial o tal vez sea porque, como países y sociedades sufrimos el ser colonizados (unos esclavizados y otros asesinados) pero lo cierto es que los destinos políticos, económicos y sociales de África Subsahariana y de los países latinoamericanos son casi idénticos: extrema pobreza, fallas en los sistemas educativos, crisis de sanidad, pésima infraestructura y marcada desigualdad social, pero, por encima de todo esto (tal vez estas cosas con sus consecuencias) se ubica el elemento más afín a ambos subcontinentes: dictaduras y corrupción rampantes. 

De hecho, todo pareciera indicar que estos elementos, dictadura y corrupción, en ese orden, hallaron en África y Sudamérica, en especial durante la segunda mitad del siglo XX, su espacio natural para crecer y desarrollarse, en un entorno casi perfecto. 

Y fue en medio de ese escenario ideal que vimos, en ambos continentes, continuos golpes de estado, guerras civiles, guerras entre países, violaciones masivas de derechos humanos e incluso los actos más atroces de genocidio. Mientras, las naciones occidentales luchaban por dejar atrás todo rastro de autoritarismo posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero vale la pena aclarar que en Europa Occidental sólo sobrevivieron dos dictaduras hasta mediados de la década de los 70: la Segunda República y Portugal y el Gobierno de Francisco Franco. Este hecho es de particular relevancia cuando se observa que toda América Latina fue conquistada por españoles y portugueses y, que varios de los países africanos dónde hubo guerras, matanzas y dictaduras fueron colonias portuguesas (aunque, en honor a la verdad, también francesas, belgas o inglesas). 

Esa era la realidad occidental, porque poco se conocía en aquellos años de lo que sucedía detrás de la cortina de hierro, en la Europa Oriental, principalmente bajo los dominios de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS o Unión Soviética), con Rusia y su partido comunista a la cabeza. Estos Estados, autoritarios por definición, también hicieron de la corrupción pan de cada día, tanto así que una vez caído el Muro de Berlín y la URSS, nacieron las peores mafias que Europa había visto: rusas, ucranianas, rumanas, entre otras. 

Ahora bien, para el nuevo milenio, muchas antiguas dictaduras fueron cayendo: actualmente sólo hay una en Europa (la de Bielorrusia) en Cuba, Corea del Norte, algunas en África y, en otros casos, las dictaduras han migrado a autoritarismos hegemónicos (como en Rusia, China y, argüible, Venezuela, por ejemplo). Muchos países fortalecieron su estado de derecho, mejorando así la institucionalidad de estos, ganando en el plano democrático, alejando los fantasmas de las dictaduras (salvo, ejemplo claro, Venezuela).  

Al hacer esto, esa secuencia “dictadura-corrupción” se vio totalmente alterada, por lo cual, tristemente, la corrupción ya enraizada en los países latinos con otrora dictaduras e instituciones débiles, tuvo que buscar formas para sobrevivir, por lo cual fue extendiendo poco a poco sus fuertes tentáculos, clavando sus garras en cada espacio que aquellas nuevas democracias le permitía, bien por inacción o por complicidad y esto llevo a un nuevo orden, una nueva relación, ya no teníamos “dictadura-corrupción”, ahora vemos la dictadura de la corrupción.

Y esto, amigos lectores, nada tiene que ver con los sistemas de gobierno, porque en muchos países latinoamericanos, especialmente, puede haber elecciones y cambiar cada 4, 5, 6 años de gobernantes, sin importar si son de izquierda o derecha, la corrupción corre rampante, controlando cada aspecto de esas naciones.

Y es acá, donde justamente entra la Dictadura de la Corrupción: usa a su antojo el poder judicial, para culpar a unos y librar a otros (según convenga), se ponen en segundo plano aspectos vitales para el desarrollo de los países (educación, salud, vialidad) saqueando el dinero de estos rubros. El sobre precio manda en las licitaciones y compras estatales. La rendición de cuentas es una utopía lejana, los políticos, más si son del partido en poder, se tapan las tropelías, se encubren, porque todos deben favores al diablo de la corrupción. Pero sin duda, lo peor de esta dictadura, es que todo lo hace en nombre de un pueblo que muere de hambre, enfermedades e ignorancia gracias a quienes se roban sus esperanzas y ahondan la inmensa desigualdad social que rige en nuestros países.