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Panamá merece amor

No es con odio, vendetta, anarquía ni división que va a salir adelante Panamá en la actual coyuntura, por lo demás explosiva en Latinoamérica.

La acumulación de la desigualdad es insultante, lo que reconoce desde la ONU hasta los estudiantes de economía –y los que la tienen todos los días en silencio- y constituye una olla de presión que alguien quiere que estalle aprovechando los desatinos de la Asamblea Nacional de Diputados de introducir artículos en el proyecto de reforma constitucional que solo les informó más prevendas.

Van casi quince días de protestas anárquicas en gran parte, soliviantadas por el hastío, y de grupos organizados como los universitarios de las públicas como privadas, cosa inédita en el país, que pusieron los casi 100 detenidos en los primeros días que una policía embestializada arremetió contra los muchachos, al punto que la propia Defensoría del Pueblo salió a la calle a contenerlos y que el propio presidente del país, Laurentino Cortizo, ofreciera disculpas.

En su maniobra para atajar una crisis en evolución, el gobernante convocó a los jóvenes a conversar a la Presidencia, lo que dividió al movimiento de protesta porque un grupo marchó con dos ministras al encuentro de Cortizo, mientras el resto esperó al presidente del parlamento, Marcos Castillero, en la reja colocada para impedir el acceso a la sede de ese poder del Estado, para lograr otro compromiso de diálogo informal desde este jueves.

Ello puede haber disminuido la tensión generada por los manifestantes contra los diputados en las calles cerca al parlamento, pero no ha desactivado la protesta en redes sociales, que cada día cobra más virulencia por diversas razones y con diversos intereses.

En medio de esta situación, que aunque no guste se va a prolongar hasta enero próximo cuando se reinicie la legislatura ordinaria, se conoce desde España la investigación e imputación por pago de coimas en Panamá al gobierno de Ricardo Martinelli de parte de la empresa FCC, que construyó junto con Odebrecht las dos líneas del metro de la capital, y otras obras en solitario, lo que un sector de la prensa local y de la clase política aprovechó para enfilar sus cañones hacia el expresidente (2009-2014).

Y para colocar la “cereza en el pastel” aparecen los “Varelaleaks”, una serie de comunicaciones privadas del teléfono celular del expresidente Juan Carlos Varela (2014-2019), quien fue vicepresidente de Martinelli, divulgado por un grupo anónimo que dice haber recibido el aparato y descargado los mensajes del WhatsApp, pero el mencionado salió a desmentir tal versión y denunciar la violación de su privacidad.

Varela admite que hay comunicaciones de él con sus interlocutores, pero avisa que los mensajes han sido manipulados y sacados de contexto en la divulgación pública e implica a Martinelli y sus allegados en esta acción, para luego advertir que estudia medidas legales.

“Dan asco”, exclaman los panameños, muchos escépticos con su clase política, otros indiferentes porque creen que no les afecta lo que se está gestando en el país, pero es todo lo contrario, y la situación exige una toma de conciencia sobre lo que está en juego.

La virulencia de la reacción en contra de las reformas electorales va desde exigir que se retire el proyecto del parlamento para reescribirlo hasta que se convoque una Asamblea Constituyente Originaria  y allí tienen que hilar fino el Ejecutivo y el Legislativo para que no se le escape la situación de las manos.

Probablemente retirarlo sea lo más sano, para someter la idea a nuevas consultas y una campaña de divulgación efectiva, porque en eso falló el Gobierno, para volverlo a presentar a una nueva primera ronda, si se esperó desde 1972 a dictar una nueva Carta Magna se puede retrasar un semestre más. Lo que no es admisible es continuar con la misma Constitución emparchada.

Pero ello tiene que marchar paralelo con otra decisión más dramática, y solo le corresponde a Cortizo cargar con esa cruz, y es la nominación de los nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que debe conocerse en los próximos días, pues ello marcará el futuro de la desprestigiada administración judicial y de la fe que tenga el pueblo en su mandato.

Si se logra nombramientos que devuelvan la confianza en lo más alto del Órgano Judicial es posible dejar en el rincón que le corresponde la pelea Martinelli-Varela, proceder a investigar cada caso en lo que toca al Ministerio Público con independencia real, aunque también el país se merece que  la procuradora Kenia Porcell de una explicación clara y contundente sobre lo que se dice de ella en los Varelaleaks, por el bien de la institucionalidad.