Agencia de Noticias Panamá

Panamá y las tensiones de Occidente con Oriente

Luis Blanco

Donald Trump y Hassan Rouhani pusieron al mundo a temblar tras el asesinato del general iraní Qasem Soleimani el pasado 3 de enero ordenado por el primero mediante un ataque con drones en Bagdad, que recibió como respuesta el día 7 un bombardeo con decenas de misiles desde Irán contra dos bases militares iraquíes en donde hay tropas estadounidenses y del país anfitrión.

O sea, nadie respetó la soberanía iraquí.

La tensión inicial disparó el precio del barril de petróleo a más de 65 dólares tras el ataque nocturno iraní, pero luego Trump dijo que no había bajas estadounidenses, aunque medios afines a Irán especulaban que causó más de 80 muertos, y aún así el crudo cayó a 60 dólares en algún momento de la jornada, según señalaron despachos de CNN.

En algún tramo de esta escalada alguien con sensatez tiene que haber influido en Trump para sopesar las consecuencias para todo el globo de un eventual conflicto generalizado en la península arábiga, porque el triunfalista gobernante estadounidense apaciguó el discurso bélico y lo sustituyó con el anuncio de imponer más sanciones económicas contra los iraníes y llamó a sus socios de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) a involucrarse más en los asuntos de Oriente Medio y retirarse del pacto con Irán de no enriquecimiento de uranio con fines militares.

Desde al menos medio siglo atrás, los libros de historia universal vienen advirtiendo de una colisión entre las culturas occidental y oriental por el dominio del mundo, tanto económico como político y religioso, al menos me consta de mis tiempos escolares, y pareciera que ese pronóstico está más cerca de cumplirse, y cada vez menos sabemos quién puede salir “triunfante” porque la desinformación es la primera que se alza sobre la verdad de los hechos.

Como no sabemos a ciencia cierta que nos depara esta situación a corto plazo, el país, la región, el mundo entero, debe prepararse para lo peor, en nuestro caso, no solo es el Canal un objetivo expuesto a un ataque, sino todo el sistema financiero y logístico que se viene desarrollando; si se dispara el precio del barril de petróleo como en los años 70 del siglo pasado, justo cuando la flota marítima mundial está obligándose a usar combustibles “verdes” al menos un 20 por ciento más caros –a precios antes del diferendo-, pues hay que hacer los números.

También hay que pensar respecto a los esfuerzos de recuperación de la agricultura, porque muchos de los insumos tienen en su composición derivados del crudo, los cuales pueden sufrir un alza de costos, o artificial si los especuladores se aprovechan de la situación. Será una oportunidad de impulsar la agricultura orgánica.

Tenemos un Tratado de Neutralidad Permanente del Canal de Panamá, cuyo único garante es EE.UU., que en caso de peligro permite la intervención estadounidense para “proteger su funcionamiento”, según la Enmienda De Concini,  y la Reserva Nunn, que permite después de 1999 que ambos países negocien el restablecimiento de bases militares para preservar la neutralidad, lo que es considerado por expertos panameños como recursos unilaterales de la potencia del Norte que desvirtuaron el espíritu de los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Pero son realidad y penden como espadas de Damocles sobre Panamá.

Y ese fue uno de los argumentos que uso el entonces presidente George Bush para ordenar el 20 de diciembre de 1989 la invasión a Panamá, pese a que existía la Enmienda Church con la que el exgobernante Jimmy Carter buscó neutralizar la enmienda De Concini y consagrar el principio de no intervención.

Arabia Saudita, Egipto, Israel y Túnez, son los únicos países de Oriente que se han adherido al protocolo del Tratado de Neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal de Panamá (documento H-9 en el Departamento de Derecho Internacional de la OEA), lo mismo que del Consejo de Seguridad de la ONU solo China no lo ha refrendado, sí lo han hecho Rusia, Francia y Gran Bretaña , el otro miembro es EE.UU.

Además, el país, desde el gobierno anterior, está afiliado a una coalición internacional contra el terrorismo, entendiéndose que está del lado de Estados Unidos en su enfoque de donde proviene esa amenaza. Hasta ahora, que se sepa públicamente, Panamá no se ha desvinculado de esa alianza.

Toca confiar en que la situación no se desborde, y ser prudente.