Agencia de Noticias Panamá

El deber de informar

Es una conversación cada vez más frecuente entre periodistas que tenemos varios años de trayectoria en la profesión, la forma en que ahora se “informa” desde el sector público y privado a la ciudadanía con la irrupción de las redes sociales y las TIC (tecnologías de información y comunicación).

Llevamos más de 20 años de evolución constante y vertiginosa de las herramientas que usamos, desde los iniciales verticales o páginas y sitios web hasta los modernos bots que pasan por toda la gama de aplicaciones y plataformas dominadas por los llamados millennials y la generación Z, lo que ha llegado con celeridad a las oficinas públicas del Estado panameño con diversas velocidades y matices.

Como el propósito de este escrito es mirar el vaso medio lleno, debo decir que es bueno que ahora use Instagram, Twitter, Facebook o Whatsapp para difundir datos de la gestión del gobierno, pero no es suficiente jóvenes, y eso incluye a los gabinetes privados de comunicación “estratégicos” que asesoran a entidades públicas y empresas privadas porque solo estos dispositivos privilegiados no están cumpliendo su misión y su deber integralmente.

Que sucede, por ejemplo, hay una reunión en Panamá de delegados de todo el continente por un tema de género, le corresponde a la entidad organizadora divulgarlo adecuadamente, no basta con colgar unas cuantas fotos bonitas en Instagram, dan la percepción de perezosos, y no creo que sus invitados se sientan satisfechos con esa limitada exposición, ¿saben por qué?, porque para realizar esos encuentros se están usando dineros públicos, o sea de los contribuyentes de cada país y mucho más del anfitrión, y no se trata de falta de presupuesto, sino de estrategia comunicacional, porque el tema es de interés público también.

Otra, una organización empresarial de alcance internacional, no se dé adonde se sacó la genial idea de celebrar una suntuosa ceremonia en un exclusivo lugar de la capital, adonde convocó a los medios abiertamente en horas de la noche, y decidió que los informadores se sienten en el rincón más lejano del estrado y de las bocinas, no sirvió ni un vaso de agua y pretendía que los periodistas “veamos comer” a los encopetados para luego dar los discursos de rigor, creo que nadie publicó nada porque la mayoría nos paramos y nos fuimos. Y no es que nos morimos por un plato de comida, sino que se trata del respeto y la consideración al ser humano, al profesional, es un mínimo de educación lo que se espera.

Más perlas, meses atrás, en una conferencia de prensa celebrada en una embajada de un país en vías de desarrollo pero con mucha ambición hegemónica, expulsaron a un periodista –veterano y caballeroso corresponsal extranjero- porque “no estaba invitado” al ser de otro país con el que no mantiene relaciones al considerarlo una provincia rebelde, sin embargo la convocatoria era abierta y enviada por Whatsapp. El embajador de ese país nunca se dio por enterado de la carta de protesta que se dejó en su oficina, y mucho menos tuvo la delicadeza de contestar al remitente.

Pero eso no es exclusivo de allende los mares, también pasó algo similar, pero fue abortado por un mínimo de sensatez de una veterana relacionista pública, la misma pretensión en la cita de los encopetados occidentales con un corresponsal de una agencia asiática, porque temían la “reacción” del encargado de Negocios de la embajada que los acuerpa, y ese día pregunté en caliente, es que ustedes son empresarios o serviles de un funcionario público, no entiendo.

Todo eso se evitaría si en cada organización o entidad alguien piensa con luces largas y ve el bosque, no solo el árbol más cercano. Jóvenes millennial que quieren comerse el mundo, todavía nos necesitan a los baby boomers, todavía requieren de la llamada ahora prensa tradicional, todavía es importante la radio, la televisión y los verticales para difundir la información, porque todavía muchos de esos viejos, como despectivamente nos dicen, a muchos les pagamos las cuentas y nos deben respeto, además, si necesitan darle el máximo de rendimiento al dólar invertido en divulgación, porque somos los que votamos y aún somos mayoría pensante.

La sagrada misión de informar no ha perdido sus fundamentos: calidad, sobriedad, honestidad, credibilidad, sencillez, son principios no negociables para tener una buena comunicación del mensaje, sea por la herramienta que sea.

Y aquí entra en escena el que funge como director o responsable, sea en el sector público o privado, tiene que pensar por todos y planear por anticipado, armonizar recursos y conocimiento, acercar generaciones para lograr el trasvase de sabiduría de modo productivo. No se están dando cuenta o están mirando a otro lado, y vengo conociendo tanto en el público como privado, de los enfrentamientos internos entre viejos y jóvenes, y eso les va a explotar en la cara, porque no se está, desde la cabeza , viendo el panorama completo. Una linda cara ayuda, pero no es suficiente.