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Aquella vieja democracia

Hace años, cuando estaba en la universidad, solía escuchar un cuentacuentos todas las semanas. De aquellos mágicos relatos hoy en día recuerdo algunos pocos, pero de todos ellos hubo uno que se me ha quedado grabado en la mente, el cual les comparto en este instante:

Érase una vez, un hombre que viajaba en una embarcación por una zona relativamente desconocida de las costas africanas, cuando de repente, el barco fue abatido por una inesperada tormenta, que los hizo naufragar. De aquel naufragio sólo hubo dos sobrevivientes: un hombre y una vaca, quienes llegaron a la playa de una isla que se creía inhabitada. Cuando aquel caballero despertó, se llevó una enorme sorpresa, estaba rodeado de personas que lo miraban con extrañeza, pero que sin duda veían a la vaca con más asombro y admiración. Estos nativos se decían entre ellos: este lo conocemos, es uno como nosotros, pero a esta otra criatura, jamás la hemos visto. Como pudo y con el pasar de unos días, aquel sobreviviente les explicó que esa criatura era una vaca, les mostró que este animal podía dar leche, les enseño a hacer quesos. Hizo un yugo y un arado y con esto aquellos aborígenes pudieron cultivar mejo. También sacaron vacunas y medicamentos. Aquella nación comenzó a adorar a la vaca, la cual una vez muerta, les ofreció carne y piel. Por años, la leyenda de la vaca pasó de generaciones en generaciones hasta que un día, un rey decidió levantar una estatua en memoria de aquel animal que tanto había ayudado al pueblo, por lo cual convocó a los más ancianos quienes comenzaron a describir la vaca a un artista: era un animal inmenso, con 4 cuernos, dos lomos, largos colmillos hacia arriba, 8 ubres y cola como de cocodrilo. Pasado un tiempo, hubo otro naufragio ante las costas de esa isla y llegaron dos sobrevivientes, una vaca y un hombre. Los habitantes de la isla dijeron: a este lo conocemos, es como nosotros, pero ¿esta criatura qué será? Y así fue como ellos habían deformado y degenerado el concepto original de la vaca, tanto que no pudieron reconocerla y, cuando el hombre les dijo que era una vaca, lo mataron por hereje y sacrificaron a aquel extraño animal.

Y ha sido ayer, luego de enterarme de lo sucedido en El Salvador con el presidente Bukele y su congreso, que este cuento cobró absoluta vigencia en mi memoria ¿por qué? Porque como sociedades modernas (¿?) hemos desvirtuado y degenerado el concepto mismo de democracia y esto no es un fenómeno estrictamente reservado para los países “tercermundistas bananeros”, es un problema mucho más serio, mucho más global.

Ahora bien, la pregunta clave es: ¿qué cosas han motivado esta crisis democrática, que hacen que algunos sectores aplaudan tal decisión? Pues bien, son muchos los factores y trataré de compartirles mi visión del hecho, no como experto, ni analista, sino desde mi visión de ciudadano. Veamos:
·Partidos políticos desgastados: muchos partidos políticos nacieron en medio de una verdadera lucha ideológica, de procesos políticos convulsos y hasta violentos. Al nacer, tuvieron una razón de ser, una ideología base (fueran de izquierda, centro o derecha) y se enmarcaban en políticas internacionales más grandes. Hoy, muchos de esos partidos no responden a esos ideales, carecen de ideología y de una razón política para ser. De hecho, en la actualidad muchos partidos nacen de divisiones internas, peleas, aspiraciones personalistas o porque quiero ser presidente de un partido, pero como no puedo, creo otro a mi medida. Entonces nos topamos con partidos que, a lo interno, no son democráticos y se han olvidado de lo que una lucha democrática es.

·El clientelismo político sobre la participación política: la democracia mutó, sí, y lo hizo hacia una de sus formas más feas y virulentas: el clientelismo, lo cual crea un problema base de concepto: hoy en día los pueblos entienden la democracia como un mero proceso electoral y no como un proceso de compromiso y participación ciudadana. Esto lo saben algunos políticos inescrupulosos que se dedican a la compra abierta y descarada de votos, sin importarles los problemas de sus comunidades y oír sus comentarios o crítica.

·La corrupción: este flagelo es sin duda lo que más afecta a las democracias modernas y el ejemplo de lo que sucede en El Salvador es claro: entre las reacciones, quienes apoyan la medida tomada por Bukele lo hacen porque ven en esta acción justicia contra diputados corruptos que no están a favor del pueblo. A una parte importante de las personas no les importa la autocracia si esta “promete” acabar con los corruptos.

·El caudillismo: salvo la corrupción, pocas cosas hacen más daño a las democracias como el caudillismo, esos liderazgos mesiánicos que se han levantado últimamente que van desde Chávez (electo democráticamente) hasta Trump, pasando por Bukele mismo. Los caudillos manejan masas, emociones y miedos (sobre todo estos últimos) y sin importar la ideología, todo caudillismo conlleva altas dosis de populismo y nacionalismo.

·La polarización: parte del problema actual es que las sociedades están enfocando el quehacer político en términos extremadamente maniqueos, llevando la polarización a niveles inimaginables, dónde el principal terreno de lucha son las redes sociales (post verdad incluida). Esta visión dicotómica de la vida hace que los extremos (que suelen ser minorías) opaquen y acallen las voces moderadas, lo cual deja como resultado una constante búsqueda de destrucción de quien piensa distinto y esto, amado lector, es lo más opuesto a los principios de la democracia.

Sí, tenemos una bestia que mutó de ser algo totalmente bueno para las naciones del mundo, hasta convertirse en un ente amorfo y corrompido, el cual amenaza la existencia misma de los países democráticos y su cohabitación pacífica. Estamos a punto de sacrificar lo poco que queda de democracia en nuestros países.

Para finalizar, recordemos las palabras de Sir Winston Churchill: la democracia no un buen sistema de gobierno, pero es el mejor que tenemos… y en lo personal, prefiero malo conocido que bueno por conocer.