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Experta del BID hace balance del teletrabajo en tiempos del Coronavirus en Latinoamérica

(Ciudad de Panamá-ANPanamá) El teletrabajo en América Latina está en plena evolución, en un experimento social forzado por la pandemia de Coronavirus del que los países de la región tienen que sacar lecciones y no dar marcha atrás, sino conciliarlo con la normativa de las actividades tradicionales.

 Laura Ripani es una especialista líder en la División de Mercados Laborales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), enfocada en la juventud, y ella considera que “flexibilidad, accesibilidad, productividad, conciencia sobre el impacto negativo en el medio ambiente de trasladarse hacia el puesto de trabajo” son razones para valorar el trabajo en casa al menos unos días por semana y señala que, a nivel legislativo, Colombia presenta más avances –Panamá ya cuenta con su ley y reglamentación-.

“Hay muchas razones por las cuales uno querría trabajar desde casa al menos algunos días por semana. Pero esta vez no es cuestión de elección: para muchos trabajadores, el coronavirus (COVID-19, para ser más precisos) impuso el teletrabajo de forma obligatoria”, reflexiona.

Reconoce que “de alguna manera, se ha puesto en práctica un experimento de teletrabajo a escala mundial. Pero no es un experimento como todos hubiéramos deseado diseñar, ya que el cierre de las escuelas ha hecho que las personas con niños en el hogar tengan que hacer malabares para ocuparse de sus hijos al tiempo que trabajan; una realidad que muchos trabajadores independientes de América Latina y el Caribe vienen enfrentando desde siempre. ¿Cuáles serán los resultados de esta intervención?”, se pregunta.

Ripani citó un libro recientemente publicado sobre teletrabajo que cuenta que existe una evolución muy interesante de este concepto. Al principio se hablaba de “oficina en el hogar”, ya que el hecho de poder tener tecnología como computadoras e internet en la casa abrió la oportunidad de trabajar fuera de la empresa.

Luego se pasó al concepto de “oficina móvil”, ya que los teléfonos celulares, laptops y tabletas permitieron que el teletrabajo no tenga que ser exclusivamente desde el hogar, sino desde cualquier lugar donde haya una conexión a internet o a una red de datos.

La última etapa de esta evolución es la “oficina virtual”, que expande el concepto anterior con la aparición de los teléfonos inteligentes y la capacidad de tener información en la nube. Hoy en día, todo lo que necesitamos para teletrabajar entra en la palma de la mano.

El teletrabajo ha sido uno de los temas más destacados en el contexto del coronavirus, ya que muchas empresas han pedido a sus empleados que trabajen desde casa.

En este debate –precisa- hay tres aspectos fundamentales que recogen algunas de las ventajas y desventajas de teletrabajar: los horarios de trabajo, el equilibrio personal-profesional, y la productividad.

En primer lugar, a pesar de que da mayor flexibilidad de horarios, el teletrabajo hace más difícil definir de qué hora a qué hora trabajamos, pudiendo tener efectos negativos en nuestra salud mental y física.

En segundo lugar, a pesar de que el teletrabajo puede considerarse una herramienta que tiene efectos positivos en el balance entre la vida personal y la vida profesional, también puede terminar teniendo justamente el efecto opuesto si se borran las fronteras entre estos dos ámbitos (sobre todo teniendo en cuenta que, como decíamos más arriba, en esta oportunidad las personas están teletrabajando con sus hijos en casa).

 En cuanto a productividad, los efectos del teletrabajo dependerán de factores como la agilidad de los sistemas de información y comunicación de la empresa, la cultura corporativa, y la capacidad de los supervisores de apoyar al trabajador.

Pero sostiene que “el teletrabajo es un concepto con cada vez más aceptación en América Latina”.

Un estudio, indica sin identificarlo, “determinó que, antes del coronavirus, Brasil era el país con más empleados trabajando desde sus casas, con 12 millones de teletrabajadores, seguido de México (con 2,6 millones), Argentina (con 2 millones) y Chile (con 500 mil)”.

“Ahora bien, teletrabajar en la región hace ver que hay un choque entre dos mundos: el de la tecnología, que permite a muchas personas trabajar de donde sea (siempre que haya conexión a internet), y el de las regulaciones laborales, muchas de ellas conceptualizadas en el siglo XIX (en donde no existía ni se soñaba con las tecnologías que tenemos hoy en día)”, advierte.

La quinta entrega de la serie El Futuro del Trabajo en América Latina y el Caribe, justamente, recoge cómo es la regulación del teletrabajo en nuestros países y destaca que Colombia es el país más avanzado en este tema, recuerda.

“La vida antes y después del coronavirus no va a ser la misma. Una de las grandes lecciones que nos dejará esta experiencia es que muchas personas pueden trabajar de forma remota sin problema con la tecnología existente”, sentencia.

Ripani dice que además de eficiencia, el teletrabajo ofrece grandes promesas en otros aspectos. Por ejemplo, puede dar mayor flexibilidad para aquellas personas – muchas veces mujeres – que tienen compromisos familiares y personales (por ejemplo, cuidado de hijos o de adultos mayores) que les impiden trabajar fuera del hogar en horario completo o definido.

También permite mayor accesibilidad, ayudando a derribar las barreras estructurales que enfrentan las personas con discapacidad para acceder a un empleo. El hecho de que más personas estén trabajando desde casa en medio de la crisis mundial del coronavirus nos dejará aprendizajes que sin duda marcarán cómo será el teletrabajo en el futuro del trabajo.

“Si este experimento mundial se implementa de manera efectiva, se demostrará por qué el teletrabajo puede ser una herramienta muy valiosa tanto para la empresa como para el trabajador”, vaticina.

Antes de unirse al BID, Ripani trabajó en el Banco Mundial en proyectos relacionados con la pobreza y los mercados laborales en América Latina. Tiene un doctorado y una maestría en economía de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, así como una licenciatura y maestría en economía de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.