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“Las Históricas Botellas”

Según relata la historia, en Cuba, una de las más corruptas costumbres adoptadas por los malos políticos, fue la adquisición de un sueldo sin realizar ningún esfuerzo físico ni mental; el privilegio de obtener el cheque sin trabajar, y que se denomina curiosamente “botellas”. Con el triunfo de la revolución cubana, el comandante Castro destruyó esta putrefacta praxis.

 Los que viven de esta corrupta práctica saben que a este cheque se le deduce el seguro social, lo que lo ayuda a cotizar para su jubilación y la asistencia médica; también se les descuenta el impuesto sobre la renta y el seguro educativo; y con el transcurrir de la historia patria, considero personalmente, que en los periodos cuando fueron contralores generales de la república, los licenciados: Martin Sosa, F. H Baldwin (contralor encargado), Leopoldo Arosemena, Rubén Darío Carles; se logró extirpar este tumor político, deshonesto e inmoral. 

 Recalcamos, “las botellas” se fueron acrecentando con el desarrollo de nuestro país, y esto fue  demostrado en  el editorial del desaparecido  periódico “El Tiempo”, no sabemos el nombre del editor, pero era una verdad certera, publicado el 8 de abril de 1930, cuando fue presidente de la República el Ingeniero Florencio Harmodio Arosemena, quien meses después  específicamente el 2 de enero de 1931, fue depuesto por el primer golpe de estado civil ejecutado por los miembros de “Acción Comunal”. Cavilemos y saquemos conclusiones, recordemos que con el transcurrir de las décadas, las botellas se han modificado, dependiendo del monto del sueldo, tales como las “damajuanas” y los “garrafones”; ahora las personas beneficiadas de este mal histórico, cobran sus emolumentos los días de pagos en los distintos cajeros automáticos existentes en las distintas sucursales bancarias y en los Centros Comerciales que hay en muchas partes del país.

Es necesario preguntar. ¿Qué gobierno ha tenido el récord en nombramientos de botellas? Me atrevo afirmar que de este mal el gobierno militar que decía realizar una purificación política no escapó.

  Este viejo editorial explica por sí solo la corrupción política que lacera a nuestro país desde hace décadas.

Las Botellas

 “Se designa con el nombre de “botella”, en cierto país hermano, al empleo bien remunerado, pero que jamás se desempeña. El agradecido recibe su sueldo con religiosidad. Pero nunca aparece por la oficina donde debe desempeñar su cargo.

He aquí un medio cómodo para premiar servicios a políticos, no siempre claramente comprobados. No se requiere aptitud para obtenerlos. No se necesita competencia para usufructuar.  Solo una cosa es indispensable: El Padrino que consiga tan deshonesta sinecura.

Entre nosotros existe una larga serie de “botellas”. Toda una casta de ciudadanos se ha ido produciendo en Panamá que no van jamás a los empleos. No desempeñan labor alguna en los despachos donde le están asignados. A lo mejor ni su figura le es familiar a los jefes bajo cuyas ordenes trabajan. Lo único que se sabe de ellos es que nunca le falta el cheque a fin de cada mes. Cheque que ni siquiera se toman el trabajo de recabar personalmente. Pues hasta esto lo hacen por intermedio de terceros.

Aunque el procedimiento es totalmente inmoral y lleva al desánimo de los empleados públicos que si cumplen con las obligaciones de su cargo, la idea de una manifiesta injusticia, nosotros pasaríamos por alto esta desvergüenza, si el disfrute de estas “botellas” encontrara una barrera infranqueable en aquellos departamentos de la administración donde se exige la presencia de gente trabajadora, consagrada y, sobre todo, preparada.

Una “botella” en una oficina donde los demás pueden hacer el trabajo con familiaridad a lo sumo constituye una carga inútil para el fisco y un acto repugnante para los hombres de tan bien equilibrada honradez. Pero nunca llegan a afectar la administración pública. Jamás podrán perjudicar los servicios que le toca desempeñar al engranaje oficial. Nunca será una remora o un peligro para el cumplimiento de ciertas obligaciones que le cabe exclusivamente al estado. 

Pero donde estas “botellas” entrañan una patente fuente de injusticias es en aquellas oficinas donde la ausencia de estos privilegiados implica una serie de contrariedades y de inconvenientes difíciles de subsanar. No es tanto que sean allí indispensables, ni que su presencia venga a remediar las tribulaciones que en esas oficinas se experimentan. Es más bien que no se permitan la entrada a esos despachos a elementos que podrían beneficiar su marcha a liberar la solución de los negocios a él asignado y esclarecer los puntos oscuros que le toque resolver.

Por otra parte, si las “botellas" pueden disimularse en los días de abundancia, es criminal perpetuar su imperio en los instantes de privaciones y de angustia económicas. Cuando las economías son imperiosas, las “botellas”, sustituyen sencillamente una infamia intolerable. Por razón de las economías se puede primar a un padre de familia de los sustentos de los suyos. Pero desgraciadamente estos recortes nunca alcanzaran o afecten a los que disfrutan de estos privilegios. De allí que sean fuente de graves injusticias y de odiosa discriminación.

Existe un firme propósito de llevar otras normas al desempeño de los destinos oficiales. Es este un anhelo ferviente que domina un sector de la sociedad que no ha sufrido todavía la contaminación del ambiente en que se agita; y entre las cosas que este sector quiere se encuentra la abolición de esta privanza que al mismo tiempo que sirve para empobrecer al erario público, envuelve una calamidad social que precisa extirpar.

Guerra a las “botellas”. Pero guerra, sobre todo, a los que afectan los Departamentos del gobierno que más necesidad tienen de empleados competentes, acuciosos, inteligentes y fieles cumplidores de la misión que sobre sus hombros se descarga”.